En los últimos tiempos estamos asistiendo en Toledo a la presentación de una lluvia de proyectos debido al “Plan de salvación” del Gobierno de Zapatero. Son más de treinta proyectos que van a consumir, en pocos meses los millones de euros con que el Gobierno central “regala” a los municipios en general y a Toledo en particular. Aunque es un plan que pretende mantener, durante unos meses, el nivel de empleo en el sector de la construcción, no viene mal para “revitalizar” Toledo y sus barrios. Este dinero, llovido de la Moncloa, pudiera haber venido a ayudar a redefinir la fisonomía y la función urbana de nuestra ciudad, mediatizando por lo tanto las condiciones de vida de los ciudadanos de Toledo y modificando sus estructuras sociales. Si a esto le añadimos la larga espera de la finalización del Palacio de Congresos, el anunciado nuevo teatro, el barrio Avanzado en la 6ª Fase del Polígono, el tranvía, etc., nos encontramos ante una ciudad cuajada de proyectos. Pero, ¿son proyectos cohesionados? O mejor, ¿ayudan a la cohesión tanto urbanística como social y cultural de la ciudad?
La realización del conjunto de estos proyectos demuestra un impulso de gasto importantísimo en nuestra ciudad. Pero las primeras preguntas que nos podemos hacer son las siguientes: ¿Obedece este proceso a un auténtico Plan de Ciudad pensado y que mide las consecuencias y la evolución del proceso? ¿Definen estos proyectos un Modelo de ciudad que la atribuyen una nueva funcionalidad o mejoran las funcionalidades existentes? O de una forma más clara, ¿Se ha medido el posible impacto y sus consecuencias en todos los órdenes que afectarán a la ciudad?
Aunque, como se ha dicho antes, el conjunto de estos proyectos podría haberse inscrito en un Plan de ciudad, cuyo impacto en la mejoría y progreso de la ciudad hubiera sido sin duda más importante que el efecto provocado por una serie de proyectos inconexos y oportunos, también se puede medir el impacto individualizando las actuaciones. En este sentido, para cada proyecto presentado al “plan salvador” del gobierno, aparecen preguntas que los responsables deberían poder contestar. Por ejemplo: ¿Están medidos o, al menos, evaluados, los impactos sociales, medio ambientales, económicos, de creación de empleo de cada uno de estos proyectos o, al menos, de su conjunto? O ocurre como lo que le sucede a la magna obra de la primera década del siglo XXI, el Palacio de Congresos, que, a día de hoy, después de largos años de construcción que no parecen terminar nunca, aún no se conoce el modelo de gestión para su efectivo funcionamiento, o ni siquiera existe un estudio serio sobre el valor añadido que aporta a Toledo la construcción del Palacio de Congresos. Y no digamos nada del tranvía Safont – Polígono, que no pasa de ser un ejercicio de voluntad sin ningún fundamento, sin ningún criterio que justifique una inversión de más de 140 millones de euros.
En otras palabras, más allá de voluntarismos, ¿está justificada una inversión tan importante que se hace con dinero público, es decir de los ciudadanos? En el caso del Palacio de Congresos, esa justificación aún no ha sido claramente explicada. En el caso del tranvía tampoco, más allá de afirmaciones como: “Los toledanos tienen derecho a un tranvía” y a un “puerto de mar”, diría yo, pero “lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”.
En el caso de la nueva lluvia de proyectos propiciada por Zapatero, tampoco. En cualquier caso ese dinero fresco viene a realizar lo que se debería de hacer de forma rutinaria para mantener la ciudad pero no para mejorarla. ¿Existe, acaso, un trabajo serio que demuestre el efecto multiplicador de la inversión y las ventajas a medio y largo plazo para Toledo y los toledanos?
Como se puede apreciar las preguntas se enlazan unas con otras y en consecuencia ocurre lo mismo para cada uno de los proyectos previstos. Los interrogantes no presuponen respuestas negativas: al contrario, pueden abrir la vía a respuestas coherentes que expliquen a los ciudadanos el porqué de las actuaciones y los beneficios para ellos.
Los estudios de impacto que deben acompañar a cualquier proyecto y que deberían de estar hechos, pueden, en consecuencia, responder a muchas preguntas.
A menudo se tiene la sensación de que se actúa en los barrios de Toledo y en el conjunto de la ciudad de forma descoordinada, que las decisiones se toman de forma aislada, sin que exista relación entre el conjunto de los proyectos y sin que se tengan estudiadas y meditadas las consecuencias. Esta forma de actuar ha determinado en algunas ocasiones el declive a medio plazo de alguna ciudad, aunque en algún momento la euforia voluntarista creyera lo contrario. Así que, en Toledo, los gobernantes deberían de tener cuidado. No hay que hacer por hacer, hay que plantear proyectos y después realizarlos en función de un concienzudo análisis de necesidades y de impacto, desde una óptica prospectiva.
Pero queremos creer que este no es el caso de nuestra ciudad y de nuestros barrios y que existen los estudios pertinentes que demuestran la necesidad objetiva de la realización efectiva de los proyectos. Queremos creer que estos proyectos obedecen a un auténtico Plan de Ciudad muy meditado. ¿O no es así?
sábado, 10 de enero de 2009
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