El pasado día 1 Paco Plaza estreno en el Teatro del Canal de Madrid su obra “El Viaje del Autor”. Esperaba una buena obra y me encontré con un monumento.
El “Viaje del Autor” es un homenaje a Chéjov, el gran maestro universal del relato corto; es un homenaje también al teatro por dentro, en las relaciones entre los personajes básicos que forman el mundo teatral. Pero también nos habla de las relaciones del “arte de la palabra” con su entorno inmediato, con el público al que va dirigido, con la sociedad a la que ilustra y representa.
La obra de Paco Plaza es un monumento porque es un reflejo de la vida, de nuestras vidas. En el espejo que es su obra estamos nosotros mismos: ¿cómo se relaciona el autor con el mundo teatral y con la sociedad? ¿Cómo gestionamos nosotros mismos nuestro encuentro con nuestro entorno? ¿Cómo toman vida los personajes de una obra que tienen relaciones profundas o banales, pero creíbles? ¿Cómo vivimos nosotros, cómo amamos, reímos, trabajamos, a espaldas del sufrimiento, el dolor, la muerte? ¿Cómo se enfrenta el autor, el actor, al ocaso, a su época final? ¿Cómo lo hacemos nosotros mismos?
Como en una novela, la pieza de Paco Plaza son tres actos que se identifican con la vida: el inicio, la plenitud y el ocaso. Es una fabulosa metáfora del ciclo de la vida, y del viaje del sol en su ciclo diario ¿porqué no?: amanecer, recorrido por el cielo, noche. ¡La noche oscura que ve el actor cuando se asoma al final de su carrera, cuando se asoma a la oscuridad del patio de butacas desde el escenario!
Cómo en la vida misma, lloramos, reímos, nos divertimos. Porque también en la obra de Plaza hay de todo esto: el espectador se identifica con los actores y ríe, llora, piensa con ellos.
Pero, además, “El Viaje del Autor” es un homenaje a los grandes del teatro universal: Chéjov, por supuesto, pero también Molière, Shakespeare… Molière, autor, primer actor, director, nos habla directamente; Otello, el Rey Lear aparecen a través del actor, como eternos arquetipos del ser humano, con sus miserias y grandezas. Pero es que también el Quijote y su fiel Sancho están presentes a través del cariño y la protección que el personaje del apuntador brinda al actor principal en esta magnífica obra que cuenta con unos actores extraordinarios.
La obra de Paco Plaza, llena de sensibilidad, nos hace más humanos y eso es de agradecer en un mundo donde las aristas de los intereses diversos nos hieren poco a poco y nos dejan indefensos ante los abismos universales.
Gracias Paco, por ayudarnos a crecer en la selva de la vida.
Veinte años no es nada, jejejeje.
ResponderEliminarEl azar existe, o Dios debe seguir jugando a los dados.
Casualidad en este encuentro y...sinceramente, me ha alegrado encontrarte.
Un abrazo...y espero que te acuerdes de quién soy, aunque en la foto estoy un poco más estropeado que hace años. :-D
Pues como no me des más pistas... cierto es que tuve un gran amigo llamado Lino que dejé de ver por circunstancias hace unos quince años, ¿seras el mismo?
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