El alcalde de Toledo ha anunciado en el mes de Enero pasado que el siguiente paso, tras la constituciónde la Fundación Greco 2014, es conseguir que Toledo sea Capital Europea de la Cultura. El próximo año en que una ciudad española pueda ser Capital de la Cultura es en 2016. Pero, por desgracia, el plazo para la presentación de candidaturas terminó en 2010; tanto es así que en septiembre del año pasado se hizo la preselección de las ciudades aspirantes. Toledo no puede ser Capital de la Cultura. Solamente, según el turno rotatorio establecido por la Unión Europa, Toledo podría aspirar a esa capitalidad en 2029 o 2030. ¿Esto no se sabía? ¿Anunciar medidas semejantes es oportunismo o, realmente, desde la administración local se gobierna con una previsión a largo plazo encomiable?
Curiosamente, el Ayuntamiento de Toledo y el Consorcio de la ciudad han abandonado a finales del año pasado la Asociación de Ciudades Europeas de la Cultura (http://www.avecnet.net/).
Por un lado se habla de reforzar la imagen de Toledo en el ámbito cultural, eso si en un plazo de tiempo enorme, y por otro se abandona una Red de ciudades europeas de la Cultura desde la que se puede trabajar en el día a día para seguir mejorando la atractividad cultural de Toledo y además contribuir a la definición cultural de la Europa que se está construyendo. ¿No es esto una enorme contradicción, máxime cuando Toledo fue una de las cinco ciudades fundadoras de esa red a finales de los años 90?
Lo que demuestran estas actitudes es la postura de los responsables de la administración municipal ante el trabajo a realizar en el marco de la Unión Europa para conseguir, por un lado el reforzamiento de la red de ciudades europeas y por otro conseguir beneficios para la ciudad de Toledo. En el fondo se trata de creer o no creer que Toledo tenga una dimensión europea importante y que, en ciertos campos como la cultura y el turismo, pueda ser vanguardia de lo que se vaya produciendo en Europa. Se trata de estar en el grupo de ciudades de vanguardia o limitarse a realizar políticas provincianas de corto alcance.
Después de que, desde los años 90 hasta mediados de los años 2000, los fondos económicos de la Unión Europea han sido especialmente favorables para la ciudad de Toledo, al menos en lo que a ayudas financieras se refiere, puede ser conveniente hacer una reflexión pública sobre las posibilidades de que la ciudad de Toledo siga siendo receptora de esas ayudas económicas. La realidad es que la administración local ha dejado de participar en Proyectos Europeos, con la correspondiente merma de fondos, probablemente por una visión excesivamente localista y provinciana de la dimensión de la ciudad.
Claro que hay que reconocer que querer trabajar en el ámbito europeo para tratar de mejorar la realidad europea intentando conseguir beneficios para Toledo no es fácil y supone un esfuerzo de gestión importante ya que hay que introducirse en una forma de trabajar compleja. El ejercicio consiste en salir de un marco limitado, seguido por las autoridades locales, para encontrarse en plena competición con numerosos proyectos que presentan otras autoridades locales.
Guardando las proporciones, se parece bastante al ejercicio que debe de realizar un joven conductor que deja de conducir en un circuito cerrado de una autoescuela y se encuentra solo al volante en una autovía de cuatro carriles infectada de camiones.
Esta metáfora pretende ilustrar la dificultad que experimentan algunas ciudades en encontrar un sitio en los programas operativos, en definir, en negociar e imponer su proyecto estratégico o dicho más comúnmente, en encontrar financiación para dicho proyecto. En competencia con el joven conductor hay pilotos experimentados que además de conseguir sus objetivos multiplican los obstáculos y no se fían de los novatos a los que consideran poco fiables. El Ayuntamiento de Toledo, en periodos anteriores, entendió esto y mantuvo un dispositivo que le aseguraba presencia en Europa con los consiguientes retornos económicos para la ciudad (se puede estimar en 60 millones de euros la financiación comunitaria conseguida por esta vía). El actual equipo de gobierno prefiere seguir conduciendo en un circuito cerrado.
Tal vez a la administración actual le parece demasiado complicado acceder a Europa ya que, como es lógico, el acceso a esos fondos se convierte en una tarea difícil y compleja porque los procedimientos son complicados y la competencia aumenta. Es una cuestión de elegir, de renunciar o no a las ventajas que se pueden conseguir al jugar en la “división europea”. Pero claro es preciso hacer un esfuerzo de gestión para que Toledo pueda desarrollar el papel que le pueda corresponder en la red de ciudades europeas.
Si se quieren obtener beneficios europeos es preciso estar decidido a ofrecer y recibir el apoyo y la ayuda mutua entre gestores europeos de ciudades y de programas europeos. Esta ayuda mutua se concretiza en la participación en redes y proyectos de intercambio de experiencias, como la red que se acaba de abandonar. Este tipo de acciones, lejos de ser una flor en el árbol, una guinda en el pastel, son actividades complementarias que conducen a la obtención de buenos resultados para financiar proyectos de intervención en el plano local. Es decir, para obtener dinero para Toledo hay que estar presentes en Europa y en las redes y asociaciones de ciudades. No se puede pretender recibir sin dar nada a cambio y la Comisión Europea considera que los contactos entre personas y entidades, lo que llama encuentros transnacionales, son una forma más que contribuye a “hacer” Europa. Sin embargo, en Toledo, todo parece ir al revés en este sentido ya que se abandona la participación en redes.
Participar en programas europeos es como dispersar semillas en el suelo, se desconoce dónde van a aparecer las flores pero se sabe que van a brotar. Si siempre se intenta fijar la aplicación primero puede que sea imposible llegar a ella. Es como plantar una semilla en un lugar preciso, quizás no germina.
Los políticos no lo ven así porque quieren saber con anterioridad para qué están pagando. Pero es una realidad que muchos proyectos de mucha inversión y envergadura aparecieron como un beneficio inesperado de otras actividades. Los responsables municipales de Toledo no entienden que para obtener beneficios hay que hacer un esfuerzo: para obtener fondos europeos hay que estar presente en las actividades europeas.
En esta línea, es fundamental trabajar en los proyectos transnacionales y en las redes que mejor permitan situar en el plano europeo los proyectos concretos locales para los que se quiere encontrar financiación. Esos proyectos locales deben de obedecer a una lógica interna basada en una política de desarrollo local que se inspire en los pilares de las políticas de la Unión Europea: el desarrollo sostenible, el medio ambiente, las nuevas tecnologías en relación a la participación ciudadana y a la creación de empleo, la igualdad de oportunidades, etc.
En esencia esos proyectos locales para los que se busca financiación deben de derivar de una especie de plan estratégico en el que se haya intuido al menos, la función de la ciudad en el marco de las redes de ciudades. Sin embargo la política municipal es la contraria actualmente: se abandonan las redes que se han creado.
Participar en los beneficios de recibir fondos europeos requiere una cada vez más esmerada profesionalización unida al “cuidado” de las relaciones transnacionales, tanto con representantes de la Comisión Europea, como con los de otras ciudades que forman las redes de un cierto asociacionismo europeo en el que se sustenta la obligada transnacionalidad exigida por la Unión Europa. Ya no solamente basta con estar al tanto de la información, hay que gestionar esa información y saber distinguir lo que es aprovechable para los objetivos locales. Pero también requiere la elaboración de un Plan Estratégico de ciudad en el que encajan como piezas de un puzzle los proyectos financiables.
Así la conocida afirmación: “Pensar globalmente y actuar localmente” se convierte en “Pensar y actuar en Europa con los europeos, y pensar y actuar localmente asociándose con el tejido social de la ciudad”.
Para que la mayoría de los objetivos se cumplan y uno de ellos, obviamente, es conseguir financiación europea para acelerar el desarrollo local y beneficiarse de las políticas de cohesión, un municipio como el de Toledo, debe de apostar por estar presente en el escenario europeo con los instrumentos y las estrategias necesarias y precisas. Es decir, tiene que tener definida una “política europea”. Para tal fin parece obvio que debe de contar con la estructura administrativa y de gestión que trabaje para obtener los objetivos.
Sin embargo, parece ser también, que el gobierno local del Ayuntamiento de Toledo no parece haber comprendido todo esto, incluso después de haber comprobado como Europa “ha sido generosa”, gracias al buen trabajo desarrollado desde la primera mitad de los años noventa, con la ciudad de Toledo, lo que ha permitido sin duda realizar proyectos que sin las subvenciones europeas nunca se hubieran realizado o que, caso de haberse hecho, hubieran consumido recursos económicos locales que hubieran impedido hacer otras acciones.
El equipo al mando del Ayuntamiento de Toledo no parece apostar por realizar ese trabajo cada vez más complejo que se requiere para percibir los beneficios, económicos y otros, que emanan de las instituciones europeas. Abandonar las redes de participación europeas es, sin embargo, la decisión municipal. Es una opción, pero desde luego se apuesta por realizar una política pasiva de la que no se derivaran ventajas económicas europeas, es decir no llegará dinero de Europa, al menos en cantidades significativas.
Por cierto, la ciudad húngara de Pecs, fundadora con Toledo de la Asociación de Ciudades Europeas de la Cultura fue Capital Europea de la Cultura en 2010, participando y promocionándose a través de esa red.
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