SOSTENIBILIDAD URBANA, MODELOS DE CIUDAD. EL BARRIO
¿Conciliar urbanismo y desarrollo sostenible?
Urbanismo: representa la forma de planificar y de organizar el espacio, suma de teoría, de prácticas y de estética que constituyen una dinámica de desarrollo.
Desarrollo sostenible: dinámica de desarrollo orientada a la satisfacción de las necesidades fundamentales de los ciudadanos y la preservación de la capacidad de las generaciones futuras para responder a las suyas.
¿Entendimiento cordial? (entre urbanismo y sostenibilidad).
Al tiempo que se produce un proceso de urbanización masivo del entorno, se observa como el equilibrio que caracteriza las relaciones entre especies, y entre las sociedades y su medio ambiente respectivo nunca ha estado tan cerca de la ruptura.
En la ciudad hay…
• Sobreproducción de residuos,
• Sobreconsumo de recursos,
• Efectos de “la ciudad” sobre la salud,
• Contaminación permanente,
• Violencia, criminalidad…
• Acceso al mundo, a la cultura y a la producción artística,
• Mejora de las condiciones higiénicas,
• Proximidad de los servicios,
• Variedad de opciones profesionales,
La individualización cogida a contrapié…
La ciudad es…
Un formidable sistema complejo de articulación del saber y de las competencias, organizado en zonas especializadas o mixtas, con lugares de intercambio y de circulación de la información.
Lo que está en juego
• ¿Como preservar las ventajas de la ciudad dominando los riesgos inducidos por su desarrollo?
• ¿Cual es la capacidad y cual la legitimidad de los políticos locales para influir en los problemas constatados?
¿Que tipo de gobernanza urbana?
Conciliar urbanismo y desarrollo sostenible…
• ¿Qué políticas basadas en una visión de futuro inspirada en exigencias de desarrollo sostenible: precaución, preservación, solidaridad, concertación, equidad...?
• ¿Qué políticas desarrollar para un cambio de paradigma?
Identificar objetivos, contenidos y procesos de aplicación de estas “políticas urbanas de desarrollo sostenible”.
• Pertinencia del desarrollo sostenible en el contexto urbano.
• Enfoques para la aplicación de un desarrollo urbano sostenible.
• Sentido y proceso de aplicación de políticas urbanas de desarrollo sostenible.
Pertinencia del desarrollo sostenible en el contexto urbano
• Coherencia de los términos de análisis.
• Impactos del desarrollo urbano.
• Complejidad de los territorios y de su funcionamiento.
Impacto del desarrollo urbano
Contaminación, alienación y fractura son tres rasgos esenciales de la “personalidad de las ciudades en nuestra época”.
La Carta De Aalborg
Políticas coherentes e integradas basadas en una visión a largo plazo y compartida,
Toma de decisión a favor de la democracia participativa,
Preservar y proteger los bienes públicos y comunes
Promover y acelerar la transición hacia modos de consumo sostenible
Planificar y desarrollar espacios urbanos para beneficio de todos
Métodos sostenibles de construcción y gestión de edificios
Promover formas de movilidad sostenible
Preservar la salud de los habitantes de las zonas urbanas
Promover la creación de economías locales que conjuguen empleo y preservación del medio ambiente
Promover la justicia y la equidad social.
Gestión, seguimiento y evaluación de las políticas urbanas.
Contribuir a las mejoras en la calidad de vida y medio ambientales del planeta.
Complejidad De Los Territorios
Apilamiento de los dispositivos.
Jerarquización de los territorios.
Multiplicación de los interlocutores, de las fuentes de financiación, de los formas de desplazamiento (coche, bicicleta, monopatín, patines...
Aceleración de las formas de vida (era del fast food).
Una Respuesta Compleja a Un Problema Complejo
Dominar la complejidad de forma transversal e integrada.
El desarrollo sostenible propone una representación sistémica de la ciudad.
El territorio urbano es un sistema
La representación sistémica permite una comprensión del conjunto urbano que asume la complejidad, tiene en cuenta los vínculos entre los distintos componentes urbanos e integra las distintas percepciones.
Viabilidad del sistema urbano
La viabilidad de un sistema se ve amenazada cuando la velocidad a la cual las funciones evolucionan supera la capacidad de sus estructuras para adaptarse al cambio.
La búsqueda de viabilidad es una búsqueda de equilibrio…
Propósito del desarrollo sostenible
«Producción de territorios autónomos y creadores de objetivos compartidos, adaptados a las exigencias de cada situación y de las mutaciones sociales y medio ambientales”.
Conciliar Urbanismo Y Desarrollo Sostenible
Pensar la complejidad de la ciudad, sus estructuras, sus funciones y usos, desde un punto de vista sistémico.
Reflexionar sobre la viabilidad del sistema, respetar los ritmos de adaptación psicológicos, sociales y naturales.
Colocar la reflexión en un contexto de redescubrimiento del territorio como un "escenario", y no como un "decorado."
Enfoques Para El Desarrollo Urbano Sostenible
Enfoques reglamentarios.
Enfoque de la investigación.
Enfoque expertos.
Enfoque “proyecto”.
Enfoques Reglamentarios
Leyes y reglamentos, estatales y regionales. Ejemplos posibles: ley de solidaridad y renovación urbana, ley sobre política de la ciudad y renovación urbana.
Estrategia temática de la unión europea sobre medio ambiente urbano.
Enfoque de la investigación
HQE2R: metodología para integrar el desarrollo sostenible en la planificación urbana
5 Objetivos:
1. Preservar y valorizar la herencia y conservar los recursos
2. Mejorar la calidad del medio ambiente local
3. Mejorar la diversidad
4. Mejorar la integración
5. Reforzar el vínculo social
Enfoque experto
• Retos de la ciudad del siglo XXI
• Visión de la ciudad coherente:
– Coherencia social
– Coherencias económicas
– Coherencia medio ambiental
Carta de Atenas.
Consejo Europeo de Urbanistas.
Enfoque “proyectos”
• Un barrio nuevo: el barrio sostenible de Hanovre – Kronsberg.
– Un proyecto piloto para definir y poner a prueba instrumentos de planificación y de organización adaptados a los retos del desarrollo sostenible y a las exigencias de la transversalidad.
• Un barrio existente: Champfleuri en Bourgoin Jallieu (Rodano-Alpes).
Condiciones En Bourgoin Jailleu
Voluntad política fuerte de desarrollo sostenible.
Integración en la reflexión y el seguimiento de un partenariado innovador, asociativo y operativo.
Bourgoin Jallieu: objetivos
Identificar las condiciones favorables para el desarrollo sostenible del barrio de Champfleuri.
Entablar esta discusión con el conjunto de la población en un marco de renovación urbana.
El Barrio, ¿Un Sistema Viable?
Los ecosistemas son sistemas cuyo funcionamiento se caracteriza por el equilibrio y la perennidad.
La representación del territorio en ecosistema permite prever la producción de territorios autónomos y creadores de sentidos compartidos, adaptados a las exigencias de las situaciones y cambios sociales y medioambientales.
Un Barrio sostenible
Único,
Eficaz,
Diversificado,
Seguro,
Creativo,
Atractivo,
Justo.
Objetivos Para Un Barrio sostenibe.
Acceso equitativo a los recursos y a los servicios.
Accesibilidad a la formación y la educación.
Accesibilidad y connectividad de los transportes públicos.
Adaptación de la planificación urbana a los riesgos naturales e industriales.
Ayuda a la innovación económica y social por los habitantes.
Eje principal abierto e integrador.
Canalizar el flujo principal de tráfico en bordura del barrio.
Hacer de cada grupo de edificios un epicentro: los patios interiores son espacios comunes.
Vías peatonales y ciclistas.
Control de los flujos y existencias de materiales.
Conocimiento y control de los consumos en agua y energía.
Conocimiento y control de los volúmenes de residuos producidos.
Construcción o de un edificio o de un conjunto como elemento de arquitectura singular.
Diversidad de opciones en cuanto a hábitat y consideración de las implicaciones de esta diversidad en términos de accesibilidad al alojamiento.
Estímulos a la mixicidad de usos, a escala del barrio, de los grupos de edificios y edificios.
Suministro de los recursos a un grado de calidad adaptada a las necesidades (la buena cantidad, a la buena calidad... recuperación y reciclaje de las aguas de lluvia).
Generalización de la selección, la reutilización y el reciclaje (producción de estiércol, vegetación sobre los tejados...).
Integrar las calles que bordean los parques públicos al concepto de superficie pública de "juegos y de ocio"; convertirlas en lugares de encuentro y paseo.
Localización del empleo y los servicios: Polos compactos vida - trabajo - ocio.
Medición y seguimiento de los resultados económicos, medioambientales y sociales del barrio.
Aplicación de la arquitectura bioclimática en las renovaciones y construcciones urbanas.
Participación de los habitantes en la organización de la vida ciudadana.
lunes, 26 de octubre de 2009
SOSTENIBILIDAD URBANA. EL BARRIO
lunes, 17 de agosto de 2009
Los proyectos y su impacto
En los últimos tiempos estamos asistiendo, en Toledo, a la presentación de una serie de proyectos que una vez realizados cambiarán la fisonomía y la función urbana de nuestra ciudad, mediatizando por lo tanto las condiciones de vida de los ciudadanos de Toledo y modificando sus estructuras sociales: Barrio “Avanzado” (esperemos que esto no quiera decir que se creen diferentes categorías de barrios: el Avanzado y los atrasados, perdón, los demás), Tranvía, Intercambiador en Safont, Nuevo Polígono Industrial hacía el Este de la ciudad, etc.
Curiosamente esos proyectos se anuncian cuando no se han resuelto o no se han sabido o querido resolver, otros “proyectos” más antiguos que se van olvidando, como por ejemplo, el bulevar del paseo de la Rosa, el barrio “ecológico”, la resolución de los olores provocados por el vertedero al oeste de la ciudad, o la fábrica de piensos, el matadero y la depuradora en el Polígono, etc. En realidad hay una larga lista de proyectos prometidos que no parece que se aborden nunca. Y estos proyectos son “superados” por el anuncio de nuevos proyectos cada vez más caros y osados. Porque caros son el tranvía, el Superpolígono y el Barrio Adelantado, ¿o era Avanzado?
La realización del conjunto de estas dotaciones demuestra un impulso urbanizador muy importante en nuestra ciudad. Pero las primeras preguntas que nos podemos hacer son las siguientes: ¿Obedece este proceso a un Plan de Ciudad pensado y que mide las consecuencias del proceso? ¿Definen estos proyectos un Modelo de ciudad que la atribuyen una nueva funcionalidad? O de una forma más clara, ¿Se ha medido el posible impacto y sus consecuencias en todos los órdenes que afectaran a la ciudad?
Aunque aparentemente el conjunto de estos proyectos podría inscribirse en un Plan de ciudad, también se puede medir el impacto individualizando las actuaciones. En este sentido aparecen preguntas que los responsables deberían poder contestar. Por ejemplo: ¿Están medidos o, al menos, evaluados, los flujos económicos, de personas e incluso el valor añadido que aporta a Toledo la construcción de estos nuevos espacios urbanos y el tranvía? En otras palabras, más allá de voluntarismos, ¿está justificada una inversión tan importante que se hace con dinero público, es decir de los ciudadanos? ¿Se han medido las consecuencias de la “macización” urbana que supondrían estas actuaciones cerca del río Tajo a su entrada en la ciudad? ¿Se ha medido lo que no se podrá hacer en otros barrios de la ciudad? ¿Se pensará alguna vez, por ejemplo, en el tratamiento urbano de la circunvalación que rodea el barrio de Buenavista?
Como se puede apreciar las preguntas se enlazan unas con otras y en consecuencia ocurre lo mismo con los proyectos previstos. Los interrogantes no presuponen respuestas negativas, al contrario, pueden abrir la vía a respuestas coherentes que expliquen a los ciudadanos el porqué de las actuaciones y los beneficios para ellos.
Los estudios de impacto que deben acompañar a cualquier proyecto y que deben, suponemos, estar hechos, pueden, en consecuencia, responder a muchas preguntas. Por ejemplo, centrándonos en el nuevo superpolígono, lejos muy lejos, hacia dónde nace el sol, es decir cerca de Algodor (Provincia de Madrid), ¿se ha hecho un estudio económico del impacto en la ciudad y en su área de influencia? ¿Cómo va a afectar al resto del tejido económico de la ciudad? Algunos políticos contestarán que el impacto será positivo. Es posible, pero se necesitan estudios prospectivos para asegurarlo con rigor, más allá del populismo reiterativo. Y desde el punto de vista medioambiental, ¿qué supone realmente el impacto de este macro polígono en el conjunto de la ciudad y para el río en concreto?
Existen numerosos estudios, especialmente en Francia, sobre los efectos, muy a menudo nefastos, que han ocasionado este tipo de instalaciones en diferentes sectores: paisajismo, medioambiente, economía local, etc.
La construcción de este Polígono Industrial, tendrá un impacto real sobre su entorno geográfico y sería conveniente que los ciudadanos pudieran conocerlo.
A menudo se tiene la sensación de que se actúa en los barrios y en el conjunto de la ciudad de forma descoordinada, que las decisiones se toman de forma aislada, sin que exista relación entre el conjunto de los proyectos y sin que se tengan estudiadas y meditadas las consecuencias. Esta forma de actuar ha determinado en algunas ocasiones el declive a medio plazo de alguna ciudad, aunque en algún momento la euforia voluntarista quisiera demostrar lo contrario.
Pero queremos creer que este no es el caso de nuestra ciudad y que existen los estudios pertinentes que demuestran la necesidad objetiva de la realización efectiva de los proyectos como ocurre con el nuevo hospital, cuya razón de ser se justifica en si misma por la necesaria mejora continua de la salud de los ciudadanos, aunque también aparecen preguntas en cuanto al lugar de su ubicación. Queremos creer que estos proyectos obedecen a un auténtico Plan de Ciudad muy meditado. ¿O no es así?
Curiosamente esos proyectos se anuncian cuando no se han resuelto o no se han sabido o querido resolver, otros “proyectos” más antiguos que se van olvidando, como por ejemplo, el bulevar del paseo de la Rosa, el barrio “ecológico”, la resolución de los olores provocados por el vertedero al oeste de la ciudad, o la fábrica de piensos, el matadero y la depuradora en el Polígono, etc. En realidad hay una larga lista de proyectos prometidos que no parece que se aborden nunca. Y estos proyectos son “superados” por el anuncio de nuevos proyectos cada vez más caros y osados. Porque caros son el tranvía, el Superpolígono y el Barrio Adelantado, ¿o era Avanzado?
La realización del conjunto de estas dotaciones demuestra un impulso urbanizador muy importante en nuestra ciudad. Pero las primeras preguntas que nos podemos hacer son las siguientes: ¿Obedece este proceso a un Plan de Ciudad pensado y que mide las consecuencias del proceso? ¿Definen estos proyectos un Modelo de ciudad que la atribuyen una nueva funcionalidad? O de una forma más clara, ¿Se ha medido el posible impacto y sus consecuencias en todos los órdenes que afectaran a la ciudad?
Aunque aparentemente el conjunto de estos proyectos podría inscribirse en un Plan de ciudad, también se puede medir el impacto individualizando las actuaciones. En este sentido aparecen preguntas que los responsables deberían poder contestar. Por ejemplo: ¿Están medidos o, al menos, evaluados, los flujos económicos, de personas e incluso el valor añadido que aporta a Toledo la construcción de estos nuevos espacios urbanos y el tranvía? En otras palabras, más allá de voluntarismos, ¿está justificada una inversión tan importante que se hace con dinero público, es decir de los ciudadanos? ¿Se han medido las consecuencias de la “macización” urbana que supondrían estas actuaciones cerca del río Tajo a su entrada en la ciudad? ¿Se ha medido lo que no se podrá hacer en otros barrios de la ciudad? ¿Se pensará alguna vez, por ejemplo, en el tratamiento urbano de la circunvalación que rodea el barrio de Buenavista?
Como se puede apreciar las preguntas se enlazan unas con otras y en consecuencia ocurre lo mismo con los proyectos previstos. Los interrogantes no presuponen respuestas negativas, al contrario, pueden abrir la vía a respuestas coherentes que expliquen a los ciudadanos el porqué de las actuaciones y los beneficios para ellos.
Los estudios de impacto que deben acompañar a cualquier proyecto y que deben, suponemos, estar hechos, pueden, en consecuencia, responder a muchas preguntas. Por ejemplo, centrándonos en el nuevo superpolígono, lejos muy lejos, hacia dónde nace el sol, es decir cerca de Algodor (Provincia de Madrid), ¿se ha hecho un estudio económico del impacto en la ciudad y en su área de influencia? ¿Cómo va a afectar al resto del tejido económico de la ciudad? Algunos políticos contestarán que el impacto será positivo. Es posible, pero se necesitan estudios prospectivos para asegurarlo con rigor, más allá del populismo reiterativo. Y desde el punto de vista medioambiental, ¿qué supone realmente el impacto de este macro polígono en el conjunto de la ciudad y para el río en concreto?
Existen numerosos estudios, especialmente en Francia, sobre los efectos, muy a menudo nefastos, que han ocasionado este tipo de instalaciones en diferentes sectores: paisajismo, medioambiente, economía local, etc.
La construcción de este Polígono Industrial, tendrá un impacto real sobre su entorno geográfico y sería conveniente que los ciudadanos pudieran conocerlo.
A menudo se tiene la sensación de que se actúa en los barrios y en el conjunto de la ciudad de forma descoordinada, que las decisiones se toman de forma aislada, sin que exista relación entre el conjunto de los proyectos y sin que se tengan estudiadas y meditadas las consecuencias. Esta forma de actuar ha determinado en algunas ocasiones el declive a medio plazo de alguna ciudad, aunque en algún momento la euforia voluntarista quisiera demostrar lo contrario.
Pero queremos creer que este no es el caso de nuestra ciudad y que existen los estudios pertinentes que demuestran la necesidad objetiva de la realización efectiva de los proyectos como ocurre con el nuevo hospital, cuya razón de ser se justifica en si misma por la necesaria mejora continua de la salud de los ciudadanos, aunque también aparecen preguntas en cuanto al lugar de su ubicación. Queremos creer que estos proyectos obedecen a un auténtico Plan de Ciudad muy meditado. ¿O no es así?
sábado, 6 de junio de 2009
¿Qué pasa con Vega Baja de Toledo?
En las ciudades existen esencialmente dos tipos de espacios no construidos. Están aquellos que están perfectamente planificados e integrados en la trama urbana como los parques y las vías de comunicación, y están aquellos que pueden considerarse más como “vacíos urbanos”, y que son aquellos espacios de la ciudad que están a la espera de su urbanización y que se encuentran muy a menudo acotados por otras construcciones. Así los “solares” son espacios no construidos, vacíos, que algún día lo serán. Estos lugares permanecen en esta situación temporal durante más o menos tiempo. Las razones de su “estado” vacío son muchas y pueden ir desde la reserva consciente para aprovecharse de la especulación, o, lo contrario, les puede ocurrir que los “dueños” hayan dejado pasar la oportunidad para ganar dinero y el lugar no se halla revalorizado como se esperaba.
En el caso de Toledo, uno de los lugares más paradigmáticos de este tipo es la Vega Baja. ¿Qué es este espacio no construido de la ciudad?: un inmenso solar no “explotado” aún, o, un espacio con vocación de articulador de la ciudad con una especificidad concreta, nacida de la historia y del valor del paisaje, que le da un valor tan alto que sobrepasa los cánones mercantiles y que adquiere demasiado valor para ser destinado a ser receptáculo de una urbanización de tipo clásico, es decir, para ser construido.
Los espacios vacíos son, en general, efímeros ya que esperan, más o menos tiempo, a ser llenados y construidos. Sin embargo, el espacio de la Vega Baja, su vacío, su ausencia de integración en la macización de la ciudad, existe desde hace mucho tiempo, casi desde los tiempos alto medievales. Esta situación tan específica que dura tantos siglos tiene que hacer reflexionar. Parece que, tímidamente, sólo la Fábrica de Armas se atrevió a ocupar una parte de este lugar y luego ya en la segunda mitad del siglo pasado, sin muchos miramientos, se construyó en San Pedro el Verde. ¿Fue una “maldición” lo que impidió la disponibilidad de los terrenos? ¿Fue falta de voluntad o una cierta conciencia colectiva que presumía que ese lugar es especial y está destinado a ocupar un lugar diferente en la trama urbana porque su lugar, su vacío, su ausencia de volúmenes, está legitimado por su contribución al paisaje global de Toledo, además de esconder restos materiales del pasado que en su mayoría ya han desaparecido pero que se sabe que estuvieron allí? Parece que la Vega Baja es un sitio, de historia y paisaje, que merece una reflexión y un tratamiento muy especial.
Recientemente he leído unas declaraciones del Alcalde de Toledo, el Sr. García-Page, en las que venía a decir que en la intervención futura en la Vega Baja no va a admitir influencias de la Plataforma X Toledo y de la UNESCO. Probablemente yo estoy equivocado, pero me da la sensación que sus palabras revelan dos hechos. El primero es que el Sr. Alcalde ya tiene una idea concreta de “urbanización” de Vega Baja, y si es así, debería de manifestarla claramente, y en segundo lugar que no demuestra mucha estima por esas organizaciones mencionadas y, sobre todo, no muestra mucha estima, en este caso, por el diálogo y el trabajo realizado en base al consenso social. Además, incluso si el Sr. Alcalde estima que sus ideas sobre este asunto se identifican e interpretan el sentir de la mayoría de los toledanos, lo cual es posible, no puede olvidar, el Sr. García-Page, que la ciudad de Toledo es Patrimonio de la Humanidad con el amparo de la UNESCO que es una organización de las Naciones Unidas (ONU) a la que pertenece el Reino de España y que se encarga por velar a nivel mundial de la Educación y de la Cultura. En este sentido Toledo, y la Vega Baja, no pertenecen exclusivamente a los toledanos y, por delegación a su alcalde, ya que pertenece a la humanidad.
Por lo tanto toda actuación sensible con la condición de Toledo como Ciudad perteneciente al Patrimonio Mundial debe de ser consensuada con el tejido local de la ciudad, pero también con los órganos internacionales encargados de velar por la conservación del Patrimonio cultural y de traspasarlo en las mejores condiciones futuras a las próximas generaciones.
En la legislatura anterior, el actual Concejal de Movilidad y entonces concejal en la oposición, D. Rafael Perezagua, defendiendo las mismas tesis que el anterior alcalde de Toledo, el Sr. Molina, llegó a mantener que, en el “asunto Vega Baja”, no iban a venir los de fuera a decir lo que tenían que hacer los toledanos. Más tarde, el Gobierno Central y el Gobierno Regional, atendiendo los informes de UNESCO, paralizaron la operación de construcción de viviendas en la Vega Baja, tal vez porque entendieron que una actuación en un lugar tan especial requiere un trabajo muy consensuado entre personas e instituciones de nivel local, regional, nacional y mundial por la categoría que corresponde a Toledo, como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Los planteamientos del Sr. Alcalde y de su Concejal son similares, antes y ahora: se olvidan de que Toledo pertenece a una categoría especial de ciudades en el mundo: la de aquellas que son Patrimonio de todos, de toda la humanidad, presente y futura. Las grandes decisiones sobre Toledo transcienden del ámbito local y adquieren categoría mundial. Les guste o no, es preciso tener en cuenta a las instituciones interesadas en el diseño de la ciudad, en especial a la UNESCO.
Vengo defendiendo desde hace tiempo que el planteamiento y planeamiento de futuro de la ciudad de Toledo, no puede obedecer a impulsos concretos, que se necesita elaborar un Plan Estratégico de Ciudad en el que la sostenibilidad y el ambientalismo sean ejes mayores. No debe de ser despreciable soñar con que Vega Baja se transmute en ese espacio esencial de la ciudad que ponga en valor la historia y el paisaje urbano. Se puede soñar en que el consenso social elabore un proyecto en el que Vega Baja sea un eslabón específico y fundamental en el sistema urbano de Toledo que ponga de relieve un desarrollo basado en la reconfiguración ecológica asentada en corredores ecológicos y en catalizadores urbanos que articulen los distintos barrios. La Vega Baja y su relación con el río, con la historia y con el paisaje puede muy bien ser un nodo fundamental de articulación de una ciudad basada en un modelo de cultura y de sostenibilidad ecológica. Al fin y al cabo la ciudad de Toledo es un ejemplo cultural de la producción humana a lo largo del tiempo que ha sabido conservar tesoros del pasado que es preciso transferir al futuro.
En el caso de Toledo, uno de los lugares más paradigmáticos de este tipo es la Vega Baja. ¿Qué es este espacio no construido de la ciudad?: un inmenso solar no “explotado” aún, o, un espacio con vocación de articulador de la ciudad con una especificidad concreta, nacida de la historia y del valor del paisaje, que le da un valor tan alto que sobrepasa los cánones mercantiles y que adquiere demasiado valor para ser destinado a ser receptáculo de una urbanización de tipo clásico, es decir, para ser construido.
Los espacios vacíos son, en general, efímeros ya que esperan, más o menos tiempo, a ser llenados y construidos. Sin embargo, el espacio de la Vega Baja, su vacío, su ausencia de integración en la macización de la ciudad, existe desde hace mucho tiempo, casi desde los tiempos alto medievales. Esta situación tan específica que dura tantos siglos tiene que hacer reflexionar. Parece que, tímidamente, sólo la Fábrica de Armas se atrevió a ocupar una parte de este lugar y luego ya en la segunda mitad del siglo pasado, sin muchos miramientos, se construyó en San Pedro el Verde. ¿Fue una “maldición” lo que impidió la disponibilidad de los terrenos? ¿Fue falta de voluntad o una cierta conciencia colectiva que presumía que ese lugar es especial y está destinado a ocupar un lugar diferente en la trama urbana porque su lugar, su vacío, su ausencia de volúmenes, está legitimado por su contribución al paisaje global de Toledo, además de esconder restos materiales del pasado que en su mayoría ya han desaparecido pero que se sabe que estuvieron allí? Parece que la Vega Baja es un sitio, de historia y paisaje, que merece una reflexión y un tratamiento muy especial.
Recientemente he leído unas declaraciones del Alcalde de Toledo, el Sr. García-Page, en las que venía a decir que en la intervención futura en la Vega Baja no va a admitir influencias de la Plataforma X Toledo y de la UNESCO. Probablemente yo estoy equivocado, pero me da la sensación que sus palabras revelan dos hechos. El primero es que el Sr. Alcalde ya tiene una idea concreta de “urbanización” de Vega Baja, y si es así, debería de manifestarla claramente, y en segundo lugar que no demuestra mucha estima por esas organizaciones mencionadas y, sobre todo, no muestra mucha estima, en este caso, por el diálogo y el trabajo realizado en base al consenso social. Además, incluso si el Sr. Alcalde estima que sus ideas sobre este asunto se identifican e interpretan el sentir de la mayoría de los toledanos, lo cual es posible, no puede olvidar, el Sr. García-Page, que la ciudad de Toledo es Patrimonio de la Humanidad con el amparo de la UNESCO que es una organización de las Naciones Unidas (ONU) a la que pertenece el Reino de España y que se encarga por velar a nivel mundial de la Educación y de la Cultura. En este sentido Toledo, y la Vega Baja, no pertenecen exclusivamente a los toledanos y, por delegación a su alcalde, ya que pertenece a la humanidad.
Por lo tanto toda actuación sensible con la condición de Toledo como Ciudad perteneciente al Patrimonio Mundial debe de ser consensuada con el tejido local de la ciudad, pero también con los órganos internacionales encargados de velar por la conservación del Patrimonio cultural y de traspasarlo en las mejores condiciones futuras a las próximas generaciones.
En la legislatura anterior, el actual Concejal de Movilidad y entonces concejal en la oposición, D. Rafael Perezagua, defendiendo las mismas tesis que el anterior alcalde de Toledo, el Sr. Molina, llegó a mantener que, en el “asunto Vega Baja”, no iban a venir los de fuera a decir lo que tenían que hacer los toledanos. Más tarde, el Gobierno Central y el Gobierno Regional, atendiendo los informes de UNESCO, paralizaron la operación de construcción de viviendas en la Vega Baja, tal vez porque entendieron que una actuación en un lugar tan especial requiere un trabajo muy consensuado entre personas e instituciones de nivel local, regional, nacional y mundial por la categoría que corresponde a Toledo, como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Los planteamientos del Sr. Alcalde y de su Concejal son similares, antes y ahora: se olvidan de que Toledo pertenece a una categoría especial de ciudades en el mundo: la de aquellas que son Patrimonio de todos, de toda la humanidad, presente y futura. Las grandes decisiones sobre Toledo transcienden del ámbito local y adquieren categoría mundial. Les guste o no, es preciso tener en cuenta a las instituciones interesadas en el diseño de la ciudad, en especial a la UNESCO.
Vengo defendiendo desde hace tiempo que el planteamiento y planeamiento de futuro de la ciudad de Toledo, no puede obedecer a impulsos concretos, que se necesita elaborar un Plan Estratégico de Ciudad en el que la sostenibilidad y el ambientalismo sean ejes mayores. No debe de ser despreciable soñar con que Vega Baja se transmute en ese espacio esencial de la ciudad que ponga en valor la historia y el paisaje urbano. Se puede soñar en que el consenso social elabore un proyecto en el que Vega Baja sea un eslabón específico y fundamental en el sistema urbano de Toledo que ponga de relieve un desarrollo basado en la reconfiguración ecológica asentada en corredores ecológicos y en catalizadores urbanos que articulen los distintos barrios. La Vega Baja y su relación con el río, con la historia y con el paisaje puede muy bien ser un nodo fundamental de articulación de una ciudad basada en un modelo de cultura y de sostenibilidad ecológica. Al fin y al cabo la ciudad de Toledo es un ejemplo cultural de la producción humana a lo largo del tiempo que ha sabido conservar tesoros del pasado que es preciso transferir al futuro.
domingo, 22 de marzo de 2009
Toledo, como modelo de ciudad sostenible.
Toledo, incontestablemente, es reconocida a nivel mundial por la riqueza universal de su patrimonio, en especial el de su Casco histórico, pero también por el paisaje urbano único que se ha generado en el entorno de este centro histórico que se engarza con el paisaje natural sobre el que se asienta. Sin embargo, el crecimiento del “resto” de la ciudad se ha basado en un modelo inexistente de desarrollo. Es decir, ese crecimiento se produce sin la dirección de un modelo de ciudad para que pudiera crecer de forma equilibrada.
La insostenibilidad es enemiga de la conservación del patrimonio urbano. Allí dónde se han producido crecimientos acelerados no ha habido reparo en eliminar los testigos patrimoniales del pasado. Así cayeron, por ejemplo, las murallas en gran cantidad de ciudades europeas. Las mayores acciones insostenibles realizadas por el hombre, como las guerras, y en especial la guerra mundial de mediados del pasado siglo han destruido centros históricos y antiguos enteros, sin posibilidad de retorno. Toledo, encontró la posibilidad de la conservación de su peculiaridad patrimonial en el traslado de la capital a Madrid y en la crisis del textil en el siglo XVI. Pero en Toledo, esa congelación en el tiempo no ha sido perpetua, como se ha demostrado con los crecimientos del siglo XX y como se pretende continuar demostrando en el XXI con el Plan de Ordenación Municipal. Ahora bien, hasta ahora al menos, ese nuevo crecimiento no se apoya en un modelo de ciudad determinado. El modelo de ciudad turística asumida por el Casco histórico es producto de factores culturales exógenos y del gran potencial inerte que contiene, pero no obedece a una estrategia plasmada en la necesaria documentación. Además el resto de la ciudad extramuros, cuando se desarrolla, lo hace sin apoyarse en planes o proyectos estratégicos.
Aquí, el barrio del Polígono es una excepción, ya que obedece a un proceso de planificación a gran escala que se realizó en los años sesenta, a nivel de gobierno central, para crear, en torno a Madrid, “ciudades nuevas” que absorbieran parte de la inmigración rural que acudía a la gran metrópoli central. En este sentido el Polígono, llamado en origen Polígono Industrial de Descongestión de Madrid en Toledo, y posteriormente rebautizado como barrio de Santa María de Benquerencia, es producto de la planificación del desarrollismo industrial que acompaño en España la fase expansiva del capitalismo mundial de la posguerra. Pero una vez finiquitada esa fase, el Polígono, si crece algo, es porque, no habiéndose producido las expectativas iniciales, existe suelo de propiedad pública, concretamente de la administración regional que lo heredó en la primera mitad de los años ochenta del siglo pasado del Instituto Nacional de Urbanismo.
En definitiva, lo que se propone es que Toledo, en su globalidad, se guíe por un Proyecto, consensuado por los ciudadanos y las instituciones que configuran el tejido social de la ciudad, que se inspire en una visión integrada del territorio municipal que tenga en cuenta especialmente las funciones de la ciudad y la fabricación de la misma desde una óptica de mejora medioambiental en función de parámetros asumidos de desarrollo sostenible.
Las formas de crear ciudad en el pasado indican muchas pistas a seguir, pero también, la incorporación de técnicas prospectivas en el tiempo y de técnicas innovadoras y tecnológicas de apoyo a la arquitectura ambientalista puede favorecer un Plan de Desarrollo que haga de Toledo un ejemplo de modelo urbano sostenible. Cuando, a este nivel, se incorporan los conceptos de desarrollo sostenible es para poner el énfasis necesario en que ese desarrollo es, ante todo, la búsqueda de un equilibrio entre el desarrollo urbano y la calidad de vida. No se trata sólo de dotar a la ciudad de zonas verdes, de la depuración de aguas adecuada y del pertinente tratamiento de los residuos urbanos, se trata también de construir un proceso social y cultural que permita compaginar el progreso económico con el medio ambiente.
Toledo es una ciudad con una rica historia que se plasma en su monumental patrimonio y en su inigualable paisaje urbano, pero también con un futuro prometedor a poco que aquellos que tienen capacidad de decisión, aquellos que gobiernan la ciudad incorporen a los ciudadanos a construir ese futuro, sin atender a la voracidad de los intereses de unos pocos, defensores de modelos urbanos que están periclitando en la actualidad, y sin caer en decisiones descontroladas e improvisadas muchas veces fruto de urgencias “políticas”. Esa construcción de un futuro “ciudadano” basado en el consenso y en la sostenibilidad ambiental, se basa en un programa estratégico que tenga en cuenta la búsqueda de los factores que favorecen la convivencia y la mejora de las condiciones de vida del conjunto de los habitantes de la ciudad, la participación ciudadana, el equilibrio social y territorial, reorientando las funciones de los barrios para favorecer la mixicidad con el fin de evitar rupturas urbanas que favorezcan la guetización, la mejora de la educación y de la cultura, como factores de cohesión social y de convivencia, el progreso económico y la potenciación del empleo; todo ello en la tendencia a favorecer la creación de condiciones para fomentar el asentamiento de una sociedad basada en el conocimiento y en el respeto medioambiental.
La elaboración de un Plan Global y Sostenible de la Ciudad de Toledo debe de permitir tomar decisiones sobre determinadas actuaciones en función del sistema en su conjunto y no en función de ocurrencias, prisas o necesidades circunstanciales. Ese sistema debe de contener todos los parámetros que favorecen los ejes mayores que deben guiar el desarrollo de la ciudad de Toledo: la conservación de su patrimonio y paisaje urbano para disfrute del conjunto de la humanidad, el bienestar social y la sostenibilidad ambiental.
La insostenibilidad es enemiga de la conservación del patrimonio urbano. Allí dónde se han producido crecimientos acelerados no ha habido reparo en eliminar los testigos patrimoniales del pasado. Así cayeron, por ejemplo, las murallas en gran cantidad de ciudades europeas. Las mayores acciones insostenibles realizadas por el hombre, como las guerras, y en especial la guerra mundial de mediados del pasado siglo han destruido centros históricos y antiguos enteros, sin posibilidad de retorno. Toledo, encontró la posibilidad de la conservación de su peculiaridad patrimonial en el traslado de la capital a Madrid y en la crisis del textil en el siglo XVI. Pero en Toledo, esa congelación en el tiempo no ha sido perpetua, como se ha demostrado con los crecimientos del siglo XX y como se pretende continuar demostrando en el XXI con el Plan de Ordenación Municipal. Ahora bien, hasta ahora al menos, ese nuevo crecimiento no se apoya en un modelo de ciudad determinado. El modelo de ciudad turística asumida por el Casco histórico es producto de factores culturales exógenos y del gran potencial inerte que contiene, pero no obedece a una estrategia plasmada en la necesaria documentación. Además el resto de la ciudad extramuros, cuando se desarrolla, lo hace sin apoyarse en planes o proyectos estratégicos.
Aquí, el barrio del Polígono es una excepción, ya que obedece a un proceso de planificación a gran escala que se realizó en los años sesenta, a nivel de gobierno central, para crear, en torno a Madrid, “ciudades nuevas” que absorbieran parte de la inmigración rural que acudía a la gran metrópoli central. En este sentido el Polígono, llamado en origen Polígono Industrial de Descongestión de Madrid en Toledo, y posteriormente rebautizado como barrio de Santa María de Benquerencia, es producto de la planificación del desarrollismo industrial que acompaño en España la fase expansiva del capitalismo mundial de la posguerra. Pero una vez finiquitada esa fase, el Polígono, si crece algo, es porque, no habiéndose producido las expectativas iniciales, existe suelo de propiedad pública, concretamente de la administración regional que lo heredó en la primera mitad de los años ochenta del siglo pasado del Instituto Nacional de Urbanismo.
En definitiva, lo que se propone es que Toledo, en su globalidad, se guíe por un Proyecto, consensuado por los ciudadanos y las instituciones que configuran el tejido social de la ciudad, que se inspire en una visión integrada del territorio municipal que tenga en cuenta especialmente las funciones de la ciudad y la fabricación de la misma desde una óptica de mejora medioambiental en función de parámetros asumidos de desarrollo sostenible.
Las formas de crear ciudad en el pasado indican muchas pistas a seguir, pero también, la incorporación de técnicas prospectivas en el tiempo y de técnicas innovadoras y tecnológicas de apoyo a la arquitectura ambientalista puede favorecer un Plan de Desarrollo que haga de Toledo un ejemplo de modelo urbano sostenible. Cuando, a este nivel, se incorporan los conceptos de desarrollo sostenible es para poner el énfasis necesario en que ese desarrollo es, ante todo, la búsqueda de un equilibrio entre el desarrollo urbano y la calidad de vida. No se trata sólo de dotar a la ciudad de zonas verdes, de la depuración de aguas adecuada y del pertinente tratamiento de los residuos urbanos, se trata también de construir un proceso social y cultural que permita compaginar el progreso económico con el medio ambiente.
Toledo es una ciudad con una rica historia que se plasma en su monumental patrimonio y en su inigualable paisaje urbano, pero también con un futuro prometedor a poco que aquellos que tienen capacidad de decisión, aquellos que gobiernan la ciudad incorporen a los ciudadanos a construir ese futuro, sin atender a la voracidad de los intereses de unos pocos, defensores de modelos urbanos que están periclitando en la actualidad, y sin caer en decisiones descontroladas e improvisadas muchas veces fruto de urgencias “políticas”. Esa construcción de un futuro “ciudadano” basado en el consenso y en la sostenibilidad ambiental, se basa en un programa estratégico que tenga en cuenta la búsqueda de los factores que favorecen la convivencia y la mejora de las condiciones de vida del conjunto de los habitantes de la ciudad, la participación ciudadana, el equilibrio social y territorial, reorientando las funciones de los barrios para favorecer la mixicidad con el fin de evitar rupturas urbanas que favorezcan la guetización, la mejora de la educación y de la cultura, como factores de cohesión social y de convivencia, el progreso económico y la potenciación del empleo; todo ello en la tendencia a favorecer la creación de condiciones para fomentar el asentamiento de una sociedad basada en el conocimiento y en el respeto medioambiental.
La elaboración de un Plan Global y Sostenible de la Ciudad de Toledo debe de permitir tomar decisiones sobre determinadas actuaciones en función del sistema en su conjunto y no en función de ocurrencias, prisas o necesidades circunstanciales. Ese sistema debe de contener todos los parámetros que favorecen los ejes mayores que deben guiar el desarrollo de la ciudad de Toledo: la conservación de su patrimonio y paisaje urbano para disfrute del conjunto de la humanidad, el bienestar social y la sostenibilidad ambiental.
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Planificación urbana,
urbanismo y arquitectura
lunes, 2 de febrero de 2009
Una aproximación al concepto de ciudad en su relación con la arquitectura.
Una de las aproximaciones que puede aplicarse a la arquitectura es verla como el arte de proyectar y construir edificios o espacios para el uso del hombre. Edificios y espacios que van sumándose y definiendo el espacio urbanizado, es decir la ciudad. El espacio físico que reconocemos como “ciudad”, en el sentido tradicional, constituye el “nicho ecológico” construido de la especie humana y, por consiguiente constituye el espacio social por excelencia, razón por la cual el asentamiento humano tiende a organizarse en “ciudad” para garantizar la evolución de la especie en tanto seres racionales.
Ese nicho ecológico, esa ciudad, se configura en el espacio humano por excelencia, en el espacio dónde se desarrolla la civilización y sus procesos. Pero estos no se realizan de forma armónica y lineal y se producen tensiones y disfunciones en el plano social pero también en el espacio físico de la ciudad dónde se visualizan esas tensiones y disfunciones. De tal forma que los espacios internos de la ciudad se van especializando y van siendo ocupados de distinta forma en función del uso y funciones que los ocupantes, es decir los habitantes, les van dando. A medida que evoluciona en el tiempo la historia, esta se refleja también en la ciudad y en su estructura. La ciudad, como escenario donde se desarrollan esencialmente los procesos de civilización, refleja en su estructura los desgarros, disfunciones y diversidades sociales que se van produciendo a medida que se desarrolla la historia. Por eso, si en la sociedad hay grupos más opulentos y grupos más pobres, también se aprecian en la ciudad barrios ricos y barrios pobres. Las partes de la ciudad, a medida que va creciendo la complejidad producida por el desarrollo de la historia, también se especializan. Los procesos económicos en función de la rentabilidad, influyen en especializar los barrios urbanos en función de los intereses y de la maximización de los mismos.
Desde esta perspectiva la arquitectura puede optar por no quedarse aislada en la producción de piezas o espacios independientes. En efecto, la ciudad, que es la obra del hombre por excelencia, es el resultado de la suma de las actuaciones de este, siendo la más visible la realizada por la arquitectura. Hacer arquitectura es escribir en el espacio. En el espacio queda la visualización de la forma de organizarse del hombre. La plasmación de esa forma de organización en tres dimensiones es la ciudad. Por eso la arquitectura puede no tenerse que ver como la forma de proyectar edificios concretos. La arquitectura puede tener y tomar conciencia de su decisivo influjo en la plasmación concreta, no sólo de la pieza arquitectónica en si, si no del conjunto de la ciudad. Así, cada vez queda más claro que los edificios singulares, incluso los conocidos como edificios de “prestigio”, pueden tener la capacidad de orientar la ciudad en la que se realizan hacía nuevas funciones, y de proyectar una imagen diferente de esa ciudad de la que había tenido en el pasado.
Edificios y actuaciones arquitectónicas tienen la capacidad de modificar el espacio, inmediato, de barrio o de ciudad, en función de su potencia construida y funcional. La arquitectura, por lo tanto, influye en el escenario urbano para modificarlo y presentar una imagen determinada. La arquitectura es una herramienta esencial para realizar el urbanismo. Su impronta definirá la visión que se tiene de una ciudad o de una parte de ella. Así los barrios ricos o pobres son representados por un diferente tratamiento del mismo en función de la arquitectura que en ellos se haya realizado.
En este sentido puede reivindicarse que el arquitecto tenga también conciencia de urbanista y sepa, a ciencia cierta, que de una u otra forma influye de tal manera en la ciudad y en sus partes, es decir en los barrios, que está determinando con la creación arquitectónica en las funciones urbanas de la ciudad y de sus partes.
Pero la ciudad es una construcción humana compleja y las funciones que en ella se dan son también complejas. El arquitecto tiene mucho que decir en esa construcción social que es la ciudad, pero también otros “especialistas” construyen ciudad. En ese sentido la construcción de la ciudad y de sus barrios puede ser una buena labor colectiva que pretenda movilizar los recursos para presentar espacios urbanos dónde la convivencia sea más fácil y el bienestar menos difícil de alcanzar. La especialización urbana y la creación consiguiente de barrios concretos y diferentes es producto de la historia, pero es producto de una intervención histórica sesgada que profundiza en la segregación social y espacial y que produce barreras o rupturas urbanas que acentúan esa segregación.
Los esfuerzos de cohesión social pasan también por cohesionar la ciudad y poner en relación sus barrios. Pasa por coser la ciudad por encima de las rupturas urbanas. Pasa por recomponer las piezas, los barrios, e integrar todo el espacio urbano poniendo por encima de todas las funciones la propia función urbana. Porque la ciudad, siendo el espacio humano por excelencia, también es el espacio dónde se visualizan las diferencias, las crisis y las fracturas. La recomposición de los barrios más desfavorecidos de las ciudades necesita de la intervención de los arquitectos para que con sus piezas se proceda a la costura, a la reunificación con las demás partes de la ciudad. Pero esta recomposición no puede hacerse sólo desde la perspectiva sectorial de la arquitectura, como tampoco se puede hacer, para ser eficaz, desde la perspectiva sectorial de otra ciencia, ya sea la economía, el trabajo social, etc.
Es desde una perspectiva integrada como se propone la intervención social y urbana para recomponer los barrios desfavorecidos, aquellos que han sido peor tratados en el reparto funcional del espacio. Desde esta lógica, de acciones integradas de desarrollo urbano, es desde dónde se propone la posibilidad de que equipos multifuncionales trabajen juntos para proponer intervenciones en el escenario urbano y con las personas que los ocupan con el fin de mejorar esos escenarios y la calidad de vida que en ellos se desarrolla.
La revitalización de los barrios en crisis desde una perspectiva integrada de actuación y con la intervención de equipos plurales puede ser una forma eficaz de reintroducir estos barrios en la dinámica general de la ciudad. Las perspectivas sectoriales, es decir las intervenciones sectorializadas, en especial aquellas que abordan los aspectos sociales sin tener en cuenta el entorno construido, muchas veces no alcanzan sus objetivos por no tener en cuenta el espacio urbano concreto en el que se producen. Pero también, la arquitectura que se despreocupa del entorno social en el que se inserta, a veces no permite cerrar las fracturas urbanas existentes y a veces incluso las provoca, ya que la ausencia de “conciencia” social, a veces, se transforma en instrumento inconsciente al servicio de las fuerzas económicas que tienden a repartir el espacio en función de su especialización.
A principios del siglo XXI ya no basta con intentar crear ciudad cosiendo sus diferentes partes, reintegrando los barrios desfavorecidos. Nuevos conceptos, cada vez más complejos, vienen a añadirse a la metodología sobre la cual crear una teoría de la construcción de la ciudad. Así, si en la segunda mitad del siglo XX se ha vivido una fase, en la que, por lo general la ciudad se “deconstruía”, en la actualidad parece que lo correcto es volver a construir una ciudad compacta, aunque sólo fuera para compensar los efectos perversos provocados en la fase anterior. En efecto el afán de crear nuevas formas de vida, identificadas con el bienestar individual, han provocado la dispersión de la ciudad por su entorno inmediato, la conquista de los espacios periféricos, cada vez más alejados de la ciudad centro, para “vivir de forma urbana” en espacios nuevos. Una de las consecuencias de esa conquista ha sido la desaparición de los paisajes rurales y su sustitución, no por paisajes urbanos consolidados, si no por paisajes rururbanos cuyo efecto más inmediato ha sido un considerable aumento de la energía utilizada para garantizar la existencia y la durabilidad de esos espacios nuevos. Así, la impronta ecológica de las nuevas formas de ciudad dispersa ha influido en un aumento brutal de la energía utilizada por las personas residentes en esos entornos. El hecho de que hay que utilizar el vehículo para todo es un ejemplo claro.
Pero aunque los transportes individualizados provocados por las nuevas formas de urbanización, tan de “moda” en la última mitad del siglo XX, son una fuente enorme de despilfarro de energía, las formas constructivas que se han derivado de esa “moda” también influyen enormemente en la huella ecológica negativa. Así la tendencia a la ocupación de un enorme espacio para situar en él legiones de construcciones habitacionales clonadas como son los “chalets”, individuales, pareados o adosados, genera un gran gasto energético. A los obligados largos desplazamientos se suma el uso de materiales constructivos esencialmente iguales en todas partes, independientemente de la latitud, longitud, altitud, insolación, dirección de vientos dominantes, etc. de dónde se construya.
Por lo tanto, aparece como necesario, introducir nuevos conceptos y adaptaciones urbanas para que la ciudad se resitúe como construcción del hombre en la línea del desarrollo innato a la especie humana, pero de un desarrollo que incorpore herramientas que faciliten la sostenibilidad, es decir el desarrollo sostenible.
Ese nicho ecológico, esa ciudad, se configura en el espacio humano por excelencia, en el espacio dónde se desarrolla la civilización y sus procesos. Pero estos no se realizan de forma armónica y lineal y se producen tensiones y disfunciones en el plano social pero también en el espacio físico de la ciudad dónde se visualizan esas tensiones y disfunciones. De tal forma que los espacios internos de la ciudad se van especializando y van siendo ocupados de distinta forma en función del uso y funciones que los ocupantes, es decir los habitantes, les van dando. A medida que evoluciona en el tiempo la historia, esta se refleja también en la ciudad y en su estructura. La ciudad, como escenario donde se desarrollan esencialmente los procesos de civilización, refleja en su estructura los desgarros, disfunciones y diversidades sociales que se van produciendo a medida que se desarrolla la historia. Por eso, si en la sociedad hay grupos más opulentos y grupos más pobres, también se aprecian en la ciudad barrios ricos y barrios pobres. Las partes de la ciudad, a medida que va creciendo la complejidad producida por el desarrollo de la historia, también se especializan. Los procesos económicos en función de la rentabilidad, influyen en especializar los barrios urbanos en función de los intereses y de la maximización de los mismos.
Desde esta perspectiva la arquitectura puede optar por no quedarse aislada en la producción de piezas o espacios independientes. En efecto, la ciudad, que es la obra del hombre por excelencia, es el resultado de la suma de las actuaciones de este, siendo la más visible la realizada por la arquitectura. Hacer arquitectura es escribir en el espacio. En el espacio queda la visualización de la forma de organizarse del hombre. La plasmación de esa forma de organización en tres dimensiones es la ciudad. Por eso la arquitectura puede no tenerse que ver como la forma de proyectar edificios concretos. La arquitectura puede tener y tomar conciencia de su decisivo influjo en la plasmación concreta, no sólo de la pieza arquitectónica en si, si no del conjunto de la ciudad. Así, cada vez queda más claro que los edificios singulares, incluso los conocidos como edificios de “prestigio”, pueden tener la capacidad de orientar la ciudad en la que se realizan hacía nuevas funciones, y de proyectar una imagen diferente de esa ciudad de la que había tenido en el pasado.
Edificios y actuaciones arquitectónicas tienen la capacidad de modificar el espacio, inmediato, de barrio o de ciudad, en función de su potencia construida y funcional. La arquitectura, por lo tanto, influye en el escenario urbano para modificarlo y presentar una imagen determinada. La arquitectura es una herramienta esencial para realizar el urbanismo. Su impronta definirá la visión que se tiene de una ciudad o de una parte de ella. Así los barrios ricos o pobres son representados por un diferente tratamiento del mismo en función de la arquitectura que en ellos se haya realizado.
En este sentido puede reivindicarse que el arquitecto tenga también conciencia de urbanista y sepa, a ciencia cierta, que de una u otra forma influye de tal manera en la ciudad y en sus partes, es decir en los barrios, que está determinando con la creación arquitectónica en las funciones urbanas de la ciudad y de sus partes.
Pero la ciudad es una construcción humana compleja y las funciones que en ella se dan son también complejas. El arquitecto tiene mucho que decir en esa construcción social que es la ciudad, pero también otros “especialistas” construyen ciudad. En ese sentido la construcción de la ciudad y de sus barrios puede ser una buena labor colectiva que pretenda movilizar los recursos para presentar espacios urbanos dónde la convivencia sea más fácil y el bienestar menos difícil de alcanzar. La especialización urbana y la creación consiguiente de barrios concretos y diferentes es producto de la historia, pero es producto de una intervención histórica sesgada que profundiza en la segregación social y espacial y que produce barreras o rupturas urbanas que acentúan esa segregación.
Los esfuerzos de cohesión social pasan también por cohesionar la ciudad y poner en relación sus barrios. Pasa por coser la ciudad por encima de las rupturas urbanas. Pasa por recomponer las piezas, los barrios, e integrar todo el espacio urbano poniendo por encima de todas las funciones la propia función urbana. Porque la ciudad, siendo el espacio humano por excelencia, también es el espacio dónde se visualizan las diferencias, las crisis y las fracturas. La recomposición de los barrios más desfavorecidos de las ciudades necesita de la intervención de los arquitectos para que con sus piezas se proceda a la costura, a la reunificación con las demás partes de la ciudad. Pero esta recomposición no puede hacerse sólo desde la perspectiva sectorial de la arquitectura, como tampoco se puede hacer, para ser eficaz, desde la perspectiva sectorial de otra ciencia, ya sea la economía, el trabajo social, etc.
Es desde una perspectiva integrada como se propone la intervención social y urbana para recomponer los barrios desfavorecidos, aquellos que han sido peor tratados en el reparto funcional del espacio. Desde esta lógica, de acciones integradas de desarrollo urbano, es desde dónde se propone la posibilidad de que equipos multifuncionales trabajen juntos para proponer intervenciones en el escenario urbano y con las personas que los ocupan con el fin de mejorar esos escenarios y la calidad de vida que en ellos se desarrolla.
La revitalización de los barrios en crisis desde una perspectiva integrada de actuación y con la intervención de equipos plurales puede ser una forma eficaz de reintroducir estos barrios en la dinámica general de la ciudad. Las perspectivas sectoriales, es decir las intervenciones sectorializadas, en especial aquellas que abordan los aspectos sociales sin tener en cuenta el entorno construido, muchas veces no alcanzan sus objetivos por no tener en cuenta el espacio urbano concreto en el que se producen. Pero también, la arquitectura que se despreocupa del entorno social en el que se inserta, a veces no permite cerrar las fracturas urbanas existentes y a veces incluso las provoca, ya que la ausencia de “conciencia” social, a veces, se transforma en instrumento inconsciente al servicio de las fuerzas económicas que tienden a repartir el espacio en función de su especialización.
A principios del siglo XXI ya no basta con intentar crear ciudad cosiendo sus diferentes partes, reintegrando los barrios desfavorecidos. Nuevos conceptos, cada vez más complejos, vienen a añadirse a la metodología sobre la cual crear una teoría de la construcción de la ciudad. Así, si en la segunda mitad del siglo XX se ha vivido una fase, en la que, por lo general la ciudad se “deconstruía”, en la actualidad parece que lo correcto es volver a construir una ciudad compacta, aunque sólo fuera para compensar los efectos perversos provocados en la fase anterior. En efecto el afán de crear nuevas formas de vida, identificadas con el bienestar individual, han provocado la dispersión de la ciudad por su entorno inmediato, la conquista de los espacios periféricos, cada vez más alejados de la ciudad centro, para “vivir de forma urbana” en espacios nuevos. Una de las consecuencias de esa conquista ha sido la desaparición de los paisajes rurales y su sustitución, no por paisajes urbanos consolidados, si no por paisajes rururbanos cuyo efecto más inmediato ha sido un considerable aumento de la energía utilizada para garantizar la existencia y la durabilidad de esos espacios nuevos. Así, la impronta ecológica de las nuevas formas de ciudad dispersa ha influido en un aumento brutal de la energía utilizada por las personas residentes en esos entornos. El hecho de que hay que utilizar el vehículo para todo es un ejemplo claro.
Pero aunque los transportes individualizados provocados por las nuevas formas de urbanización, tan de “moda” en la última mitad del siglo XX, son una fuente enorme de despilfarro de energía, las formas constructivas que se han derivado de esa “moda” también influyen enormemente en la huella ecológica negativa. Así la tendencia a la ocupación de un enorme espacio para situar en él legiones de construcciones habitacionales clonadas como son los “chalets”, individuales, pareados o adosados, genera un gran gasto energético. A los obligados largos desplazamientos se suma el uso de materiales constructivos esencialmente iguales en todas partes, independientemente de la latitud, longitud, altitud, insolación, dirección de vientos dominantes, etc. de dónde se construya.
Por lo tanto, aparece como necesario, introducir nuevos conceptos y adaptaciones urbanas para que la ciudad se resitúe como construcción del hombre en la línea del desarrollo innato a la especie humana, pero de un desarrollo que incorpore herramientas que faciliten la sostenibilidad, es decir el desarrollo sostenible.
sábado, 10 de enero de 2009
CIUDAD, BARRIOS, PROYECTOS
En los últimos tiempos estamos asistiendo en Toledo a la presentación de una lluvia de proyectos debido al “Plan de salvación” del Gobierno de Zapatero. Son más de treinta proyectos que van a consumir, en pocos meses los millones de euros con que el Gobierno central “regala” a los municipios en general y a Toledo en particular. Aunque es un plan que pretende mantener, durante unos meses, el nivel de empleo en el sector de la construcción, no viene mal para “revitalizar” Toledo y sus barrios. Este dinero, llovido de la Moncloa, pudiera haber venido a ayudar a redefinir la fisonomía y la función urbana de nuestra ciudad, mediatizando por lo tanto las condiciones de vida de los ciudadanos de Toledo y modificando sus estructuras sociales. Si a esto le añadimos la larga espera de la finalización del Palacio de Congresos, el anunciado nuevo teatro, el barrio Avanzado en la 6ª Fase del Polígono, el tranvía, etc., nos encontramos ante una ciudad cuajada de proyectos. Pero, ¿son proyectos cohesionados? O mejor, ¿ayudan a la cohesión tanto urbanística como social y cultural de la ciudad?
La realización del conjunto de estos proyectos demuestra un impulso de gasto importantísimo en nuestra ciudad. Pero las primeras preguntas que nos podemos hacer son las siguientes: ¿Obedece este proceso a un auténtico Plan de Ciudad pensado y que mide las consecuencias y la evolución del proceso? ¿Definen estos proyectos un Modelo de ciudad que la atribuyen una nueva funcionalidad o mejoran las funcionalidades existentes? O de una forma más clara, ¿Se ha medido el posible impacto y sus consecuencias en todos los órdenes que afectarán a la ciudad?
Aunque, como se ha dicho antes, el conjunto de estos proyectos podría haberse inscrito en un Plan de ciudad, cuyo impacto en la mejoría y progreso de la ciudad hubiera sido sin duda más importante que el efecto provocado por una serie de proyectos inconexos y oportunos, también se puede medir el impacto individualizando las actuaciones. En este sentido, para cada proyecto presentado al “plan salvador” del gobierno, aparecen preguntas que los responsables deberían poder contestar. Por ejemplo: ¿Están medidos o, al menos, evaluados, los impactos sociales, medio ambientales, económicos, de creación de empleo de cada uno de estos proyectos o, al menos, de su conjunto? O ocurre como lo que le sucede a la magna obra de la primera década del siglo XXI, el Palacio de Congresos, que, a día de hoy, después de largos años de construcción que no parecen terminar nunca, aún no se conoce el modelo de gestión para su efectivo funcionamiento, o ni siquiera existe un estudio serio sobre el valor añadido que aporta a Toledo la construcción del Palacio de Congresos. Y no digamos nada del tranvía Safont – Polígono, que no pasa de ser un ejercicio de voluntad sin ningún fundamento, sin ningún criterio que justifique una inversión de más de 140 millones de euros.
En otras palabras, más allá de voluntarismos, ¿está justificada una inversión tan importante que se hace con dinero público, es decir de los ciudadanos? En el caso del Palacio de Congresos, esa justificación aún no ha sido claramente explicada. En el caso del tranvía tampoco, más allá de afirmaciones como: “Los toledanos tienen derecho a un tranvía” y a un “puerto de mar”, diría yo, pero “lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”.
En el caso de la nueva lluvia de proyectos propiciada por Zapatero, tampoco. En cualquier caso ese dinero fresco viene a realizar lo que se debería de hacer de forma rutinaria para mantener la ciudad pero no para mejorarla. ¿Existe, acaso, un trabajo serio que demuestre el efecto multiplicador de la inversión y las ventajas a medio y largo plazo para Toledo y los toledanos?
Como se puede apreciar las preguntas se enlazan unas con otras y en consecuencia ocurre lo mismo para cada uno de los proyectos previstos. Los interrogantes no presuponen respuestas negativas: al contrario, pueden abrir la vía a respuestas coherentes que expliquen a los ciudadanos el porqué de las actuaciones y los beneficios para ellos.
Los estudios de impacto que deben acompañar a cualquier proyecto y que deberían de estar hechos, pueden, en consecuencia, responder a muchas preguntas.
A menudo se tiene la sensación de que se actúa en los barrios de Toledo y en el conjunto de la ciudad de forma descoordinada, que las decisiones se toman de forma aislada, sin que exista relación entre el conjunto de los proyectos y sin que se tengan estudiadas y meditadas las consecuencias. Esta forma de actuar ha determinado en algunas ocasiones el declive a medio plazo de alguna ciudad, aunque en algún momento la euforia voluntarista creyera lo contrario. Así que, en Toledo, los gobernantes deberían de tener cuidado. No hay que hacer por hacer, hay que plantear proyectos y después realizarlos en función de un concienzudo análisis de necesidades y de impacto, desde una óptica prospectiva.
Pero queremos creer que este no es el caso de nuestra ciudad y de nuestros barrios y que existen los estudios pertinentes que demuestran la necesidad objetiva de la realización efectiva de los proyectos. Queremos creer que estos proyectos obedecen a un auténtico Plan de Ciudad muy meditado. ¿O no es así?
La realización del conjunto de estos proyectos demuestra un impulso de gasto importantísimo en nuestra ciudad. Pero las primeras preguntas que nos podemos hacer son las siguientes: ¿Obedece este proceso a un auténtico Plan de Ciudad pensado y que mide las consecuencias y la evolución del proceso? ¿Definen estos proyectos un Modelo de ciudad que la atribuyen una nueva funcionalidad o mejoran las funcionalidades existentes? O de una forma más clara, ¿Se ha medido el posible impacto y sus consecuencias en todos los órdenes que afectarán a la ciudad?
Aunque, como se ha dicho antes, el conjunto de estos proyectos podría haberse inscrito en un Plan de ciudad, cuyo impacto en la mejoría y progreso de la ciudad hubiera sido sin duda más importante que el efecto provocado por una serie de proyectos inconexos y oportunos, también se puede medir el impacto individualizando las actuaciones. En este sentido, para cada proyecto presentado al “plan salvador” del gobierno, aparecen preguntas que los responsables deberían poder contestar. Por ejemplo: ¿Están medidos o, al menos, evaluados, los impactos sociales, medio ambientales, económicos, de creación de empleo de cada uno de estos proyectos o, al menos, de su conjunto? O ocurre como lo que le sucede a la magna obra de la primera década del siglo XXI, el Palacio de Congresos, que, a día de hoy, después de largos años de construcción que no parecen terminar nunca, aún no se conoce el modelo de gestión para su efectivo funcionamiento, o ni siquiera existe un estudio serio sobre el valor añadido que aporta a Toledo la construcción del Palacio de Congresos. Y no digamos nada del tranvía Safont – Polígono, que no pasa de ser un ejercicio de voluntad sin ningún fundamento, sin ningún criterio que justifique una inversión de más de 140 millones de euros.
En otras palabras, más allá de voluntarismos, ¿está justificada una inversión tan importante que se hace con dinero público, es decir de los ciudadanos? En el caso del Palacio de Congresos, esa justificación aún no ha sido claramente explicada. En el caso del tranvía tampoco, más allá de afirmaciones como: “Los toledanos tienen derecho a un tranvía” y a un “puerto de mar”, diría yo, pero “lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”.
En el caso de la nueva lluvia de proyectos propiciada por Zapatero, tampoco. En cualquier caso ese dinero fresco viene a realizar lo que se debería de hacer de forma rutinaria para mantener la ciudad pero no para mejorarla. ¿Existe, acaso, un trabajo serio que demuestre el efecto multiplicador de la inversión y las ventajas a medio y largo plazo para Toledo y los toledanos?
Como se puede apreciar las preguntas se enlazan unas con otras y en consecuencia ocurre lo mismo para cada uno de los proyectos previstos. Los interrogantes no presuponen respuestas negativas: al contrario, pueden abrir la vía a respuestas coherentes que expliquen a los ciudadanos el porqué de las actuaciones y los beneficios para ellos.
Los estudios de impacto que deben acompañar a cualquier proyecto y que deberían de estar hechos, pueden, en consecuencia, responder a muchas preguntas.
A menudo se tiene la sensación de que se actúa en los barrios de Toledo y en el conjunto de la ciudad de forma descoordinada, que las decisiones se toman de forma aislada, sin que exista relación entre el conjunto de los proyectos y sin que se tengan estudiadas y meditadas las consecuencias. Esta forma de actuar ha determinado en algunas ocasiones el declive a medio plazo de alguna ciudad, aunque en algún momento la euforia voluntarista creyera lo contrario. Así que, en Toledo, los gobernantes deberían de tener cuidado. No hay que hacer por hacer, hay que plantear proyectos y después realizarlos en función de un concienzudo análisis de necesidades y de impacto, desde una óptica prospectiva.
Pero queremos creer que este no es el caso de nuestra ciudad y de nuestros barrios y que existen los estudios pertinentes que demuestran la necesidad objetiva de la realización efectiva de los proyectos. Queremos creer que estos proyectos obedecen a un auténtico Plan de Ciudad muy meditado. ¿O no es así?
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